Que entenderías, con una mirada, todo lo que no soy
capaz de decir.
Y buscaría, yo, tu mano, desesperada, entre la
multitud
solo para sentir que no te has ido.
Que mi mano, helada,
al sentir la tuya, de fuego,
envía a todo mi cuerpo el estímulo del recuerdo.
envía a todo mi cuerpo el estímulo del recuerdo.
Las noches sin dormir por el magnetismo de nuestros
cuerpos,
no sé donde se han quedado.
Guardo, para no perderlas, todas las caricias que ya
no me das
en una cajita que siempre quiere salir de casa
pero acaba en el fondo del cajón.
Que sabrías, en un tierno abrazo, la falta que me hacen
Que sabrías, en un tierno abrazo, la falta que me hacen
tus palabras, no siempre secas.
Repetiría todas mis palabras cien veces
solo para alcanzarte
y recorrería, de nuevo, las heladas calles
para un último latido darte en un beso. Solo para ti.
Yo no sabía que tu caja
-con todas esas burlas,
calladas promesas,
estrellas de viento en la gélida noche,
etílico primer baile de lenguas,
grisáceo amor hipnótico,
confesiones de lágrimas entre barriles y cigarros
rotos,
y la locura,
la métrica exacta de todo lo que no habíamos sido-
era la que más pesaba.
Puedo, solo, apoyar mi carcajada
que tiene, tras de sí, esa altanería callada.
Que pavoroso se volvía todo cada vez que te tenía a
mi lado,
como cuando camino sola las calles desiertas,
que se me acelera el pulso y
el aire me falta.
Me recuerda a cuando se queda sin vida un globo amarillo.
No dejo de pensar en lo tonta que fui al salir
corriendo.
Sin ti, dejándote en la puerta.
Mi alma llora las claves secretas que me faltaban
descubrir,
de tu cuerpo.
Fuego. Ardiente deseo.
Como me quema el desconcierto que me provocas
incluso cuando no estás.
Como duele la falsa idealización de un sueño,
un precioso sueño que fue contado,
tal cuento,
en la oscura barra de un bar.
Que te querría, más que a la espuma de mar y
quizá, tú, llegarías a querer viajar por sinuosas
carreteras
solo escuchándome cantar.
Y yo no me iría
Y tú vendrías a por mí
Y mi cintura en tus manos cada vez que aclare los
platos de la cena.
Agua. Hielo.
¡Maldita sea!
Como me desgarran las mejillas
estas lágrimas inesperadas.
Que bonito es soñar, mientras mi cuerpo danza con esa
música
y mis ojos
solo te miran a ti,
pensando
estas líneas
que no
te dicen que te quiero
pero
son la radiografía perfecta para que sepas
que siempre quise dormir entre tus brazos.
Aunque arañe el aire
o mis susurros solo sean para ti hojas de invierno,
secas y desgastadas,
prometo seguirte soñando.
Al menos, podré besarte otra vez,
en todos los lugares que desee,
sin miedo.
A ti
A mi
Y a la locura momentánea que me recorre el cuerpo
ver tanta página en blanco y yo sin bolis con tinta.
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