lunes, 16 de febrero de 2015

Contacto humano telefónico.

¡Qué locura boliática tan inesperada tuviste esta noche!
Tienes casi todos tus bolis sin tinta y yo te imagino sacando uno tras otro, con una risilla nerviosa, intentando seguir coherentemente las líneas que ya casi han perdido todo el sentido.

Se mezclan tus palabras con las mías terminando frases y leyéndonos la mente a kilómetros del suelo mientras me pregunto con qué cosas nuevas vas a sorprenderme cuando despierte el día y te pinte el sol en el pelo reflejos de océanos profundos.
Juego a imaginar como será tener tu mirada posada en la mía, qué curiosidad más inmensa e incontrolable tengo metida en el cuerpo por saber que esconden todos los planetas de tu galaxia particular.

Seguro que mientras escuchas música mueves los pies y cuando tu cuerpo se rinde al éxtasis de compases a contratiempo todo se convierte en un vaivén de prosa y léxico en esa desconocida mente privilegiada.

La tinta de tu piel refleja todo lo callado de unas vidas lejanas, de paseos solitarios por el amazonas cargados de Sol mayor con un machete sin afilar.

No podría crearte lo más bello de la tierra, dificultades tengo para poner mis pies en ella, pero si podría hacerte viajar por el tiempo tan solo para que mi pasado se junte con el tuyo y entre risas, llantos y escalofríos biónicos de tus pilares y los míos podamos entrelazar un sendero de palabras y líneas gastadas.

Acompáñame, siempre que quieras, en las noches largas y los domingos astrománticos de cafés cargados, poemas quemados y pasiones prohibidas.


Yo, por si acaso, voy construyendo mi nave por si me llega al buzón una carta con permiso de navegación, sin gps, por todas las nebulosas de tu mirada.

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