miércoles, 15 de abril de 2015

Hibernación.

Mi hemisferio derecho es el cenicero que nunca vacío,
el desguace al que siempre regreso siete veces al mes.
Toda la mierda y la desesperanza deben encontrar un sitio
en el que convivir en paz.
¿Qué hacer cuando el recuerdo acosa al llegar y mis manos se vuelven hielo?
Irse.

Vete.


Puede- o no- que el olor a analgésicos que aun tiene mi cuerpo,
te perfore tan fuerte que ya no quieras regresar jamás.
Puede que el blanco te toque mientras me quedo parada mirando por una ventana,
que no está, de barrotes negros.


Mi hemisferio izquierdo todavía te guarda.



Iría siendo hora de modificar tu norte.

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