jueves, 29 de enero de 2015

Valquirias ajenas.

La chica de los ojos de sol
y la piel nívea
se paseaba desnuda
arrastrando los pies como si quemase el suelo.

Se acariciaba el cuerpo,
lento,
me miraba el pelo,
ensimismada,
y bailaba para mí,
diciéndome en el silencioso mental habitáculo
todo lo que no podía
quererme.

La chica de los ojos de sol
tenía un amor,
intrincado,
etílico,
inmaculado,
con el que soñaba
todas las noches antes de despedirse con una lisonja.
De mí.

Y joder,
como me gustaba cada caricia.
fraudulenta,
ponzoñosa, que la chica,
albugínea valquiria de otro aguerrido del arte,
me entregaba en dosis.
Pequeñas.
Muy pequeñas.
Diminutas.

La chica de los ojos de sol
se reía
y hacía malabarismos
con mis penitenciarios pedazos.
 
¡Qué martirio era verla marchar!
¡Qué tortura darle mis muecas,
mi alma,
mis heridas,
la esquina derecha de mi mente,
cada vez que ardía su mirada
en mi pupila!

La chica de los ojos tristes
hacía que me desangrara
a borbotones.
Torrencial aguacero, llevaba soportando en la sombra,
cada vez que me mirabas
y te miraba
y me suplicabas
y me ojerizo-todavía-
por ser tú la primera luz
de mis amaneceres solitarios.

Viviría por ti,
que me querías,
-o eso creo-,
que detestabas cada caricia de mis manos
por paralizarte las agujas
y soplarte los miedos.
Escribiría para ti,
que me odiabas,
-contra tu voluntad-,
por todo lo que sabías sin saber
y lo caótico de tus sentimientos.

La chica de los ojos de sol
y piel nívea
me abandonó para sentarse en un bar,
oscuro,
y mover, bajo la mesa,
al compás los pies
mientras se perdía desnuda, en su cabeza,
en sitios que no existen para que nadie la vea,
mientras me quedé 
con mis lágrimas,
mis letras empapadas,
su lejano olor a manzana
y un amor que
me desbordaba las heridas.

Viéndola partir

Se fue.
Un día me quiso, o eso quiero creer.

Todavía la veo,
con su pálida piel,
danzar para mí sin nada más que decir.

Ella me quiso.
Pero no soportaba querer,
un alma tan loca como la suya.

La chica de los ojos de sol
me devolvió la vida
cuando la guillotina jugaba a las cosquillas.

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Sin haberte tenido…

Joder, como te echo de menos. 

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