lunes, 26 de enero de 2015

La falta de compañía a las 5.

¿A qué esperas?

Lo puedo ver, tras la enmarañada bambolina de tu pelo, en esos ojos centelleantes que tienes estos días.

Ante el incierto acuso de todo lo que supuestamente un día deseaste se encuentra oculto algo más grande que todo esto. Más grande que tú y que yo, que toda esta enorme mentira a la que algunos llaman vida.

No te escondas más, amor, en los quizás que te atormentan.
Lánzate.

Ven aquí,  todavía no me he ido.

¿Acaso no me ves?

Puedo intuirte.  Es algo inevitable. No sueltes, con descaro, toda esa diarrea verbal de mentiras mirándome como si no supiese contar hasta tres, como si ya hubiese olvidado el tacto que tiene tu piel.

Yo no te pediría más que unos cafés a la semana y tu silenciosa compañía a las cinco de la mañana.

Ven aquí.
Te prometo que todo ese amor que yo podría haber tenido por ti se quedó detrás de las cortinas y en el polvo de los libros que ya nunca tocas. Ah, también está en un tarro de arena egipcia donde guardo el pedazo de mi corazón que sin querer me arrancaste de un mordisco una noche loca.

Jamás te tocará porque nunca lo supiste.

Los rodeos para después de los cigarros.

Aquí te espero.



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